No es algo nuevo que las personas padezcan de problemas en su vida diaria; sin embargo, el cómo se trabaja para salir adelante y poder afrontarlos, es algo que corresponde de manera individual. En mi caso, siempre había sentido que todo lo que ocurría en mi vida era algo que yo provoqué, pero ahora puedo decirte que las cosas no pasaban solo porque yo estuviera ahí, sino que más bien sucedían porque muchas personas estaban a mi alrededor y hay cosas por las que era responsable pero no de todas.
Creía que debía controlar todo lo que sucedia a mi alrededor y que si no lo hacía, las consecuencias serían solo culpa mía. ¿Pero qué pasaba cuando lo que creía era solo una parte de lo que en mi cabeza se escuchaba?
Cada día, cada minuto, cada segundo, ocurrían muchos pensamientos en mi cabeza. Entre ellos siempre se encontraban posibles escenarios catastróficos que, para serte sincera, muchos de ellos no ocurrían. Lo que pasaba es que había una voz ahí dentro que no dejaba que descansara en ningún momento.
Desde pequeña he escuchado esa voz. No me malinterpretes, cuando digo que escuchaba esa voz no es porque literalmente escuchara voces, sino más bien un diálogo interno en el que la mala de la historia y del entorno siempre era yo. El diálogo interno que siempre se suscitaba en mí estaba lleno de comentarios crueles para mí misma y sobre todo de culpas que no eran mías.
Ahora he podido tomar el control de ese diálogo, lamentablemente ha sido en un momento tardío y en el que ese diálogo ya me causo daños graves, lo que si puedo decirte es que mucho de lo que se comentaba en ese diálogo no existía y solo era una segunda voz opinando en lo inútil y mala persona que siempre he sido y que el mundo, el entorno, simplemente estarían mejor sin mí en ellos.
No puedo cambiar lo que ocurrió y mucho menos puedo reparar todo lo que se dañó con una varita mágica. Lo que sí puedo hacer es asimilar las consecuencias de mis acciones, afrontar mi realidad y seguir adelante con lo aprendido.
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